El hermoso problema de vivir.

Cada día me pongo a pensar en la cantidad de dificultades que tenemos que enfrentar. Desde buscar la satisfacción de las necesidades más básicas hasta la satisfacción de los caprichos más extraños. Eso a nivel personal. Luego, sin mayor detalle nos vemos obligados a lidiar con los problemas de ser personas de verdad y relacionarnos con un sin fin de rostros, un sin fin de relaciones que poco a poco nos encontramos en el dilema del siglo XXI: vivir para mí o vivir para los demás. Porque a veces no podemos vivir junto ni con los demás, que sería lo mejor. Vivimos en el mundo de las polaridades, o de los extremos. Aquellos quienes viven para los demás sin tener vida propia ni privada y aquellos que no salen del solipsismo del Yo, yo y yo.
Por si fuera poco, llegamos a un punto crucial en las relaciones interpersonales. La de la problemática del otro. No que el Otro sea un problema, sino de que el Otro también comparte mis problemas. Pero el egoísmo me deja ciego.
Si tomamos en cuenta de que el Otro, al igual que yo pasamos dificultades similares, podríamos unir fuerzas para salir adelante juntos. Si vamos más allá nos damos cuenta que los problemas jamás son individuales ni aislados, siempre vienen relacionados con otros, unas veces más complejos que otras. El problema no termina ahí. Si no trabajamos en la resolución de los problemas hoy, mañana y pasado estarán siempre presentes. Es posible que hasta los hijos de nuestros hijos queden marcados por los errores del hoy. El rumbo de la historia puede variar gracias a la acción o inacción que podamos ejercer hoy.

Te imaginas qué aburrido sería tener la vida arreglada, sin dificultades que superar ni obstáculos que vencer. He allí el asunto. La vida es vida y no muerte. No hay mucho que meditar en la muerte, más que la descomposición y las causas de la misma. Pero, el origen de la vida, su conservación, la salud y la procreación serán los problemas a los que los seres humanos hemos de responder. No podemos simplemente no querer vivir, esa sería una terrible cobardía. El detalle está en el seguir luchando, aún cuando estemos contra las cuerdas. En el ir más allá de lo que hasta ahora hemos andado. En el no darnos por vencidos mientras nos queden fuerzas.

Una vida sin retos no es vida y un vida sin examen no vale la pena (diría un antiguo filósofo).

Es la juventud la época de los retos y los cambios. Pero en el siglo XXI nos encontramos con jóvenes cansados o desorientados, sin ganas de vivir, sin ganas de luchar. Una época muy difícil para quienes no tienen identidad, sin lazos que lo identifiquen con un grupo real y no virtual. Jóvenes que la mayor parte del tiempo pasan es una vida virtual, alejados de la realidad. Pero ¿cuáles son las opciones que les ofrecemos? ¿qué ejemplos o paradigmas les brindamos para ir formando hombres y mujeres capaces de reorientar el mundo hacia la felicidad y paz verdaderas?

Las preguntas del millón: ¿dónde estamos y adónde queremos ir?
¿a quién queremos seguir? …

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Una respuesta a El hermoso problema de vivir.

  1. Nestor dijo:

    Al leer este texto lo primero que se me ha venido a la mente fue la figura de Don Samuel Ruiz, Obispo de «San Cristóbal de las Casas», Chiapas, quien creo, sin haber tenido acceso a este escrito comprendió bien aquello de «vivir para mí o vivir para los demás» y optó por la segunda alternativa, vale la pena recordarlo porque fue un hombre que desde muy joven optó por vivir para el menos favorecido, de los guatemaltecos salvó a miles de ellos que buscaron refugio en tierras extranjeras durante el Conflicto Armado Interno. Aprovecho para invitar a la misa por un mes de fallecido el día 24 feb. en Catedral a las 17.00 hrs.

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